Hi folks,
¿No creéis que existe una dicotomía entre el significado del término esfuerzo según la pedagogía tradicional y la actual? El modelo educativo tradicional del S.XX forma parte del pasado y como tal, debería de quedar atrás.
Crecimos rodeados de la “leyenda urbana”, alimentada por familiares y profesores, de que el esfuerzo era algo costoso, un concepto plagado de connotaciones negativas (dolor, sufrimiento, malestar). Aprender y estudiar eran vistos como un castigo pues se realizaban a través de metodologías tediosas, clases magistrales y poco dinámicas. Por ello, resultaba extraño el caso en el que los alumnos disfrutaban del proceso de aprendizaje.
¿Pero qué pasa cuando dedicamos horas a algo que nos gusta sin importar el número de horas? ¿Cuándo volvemos incesantemente a ello sin importar si estamos cansados, si es pronto o tarde? ¿Cuándo pensamos en ello constantemente a lo largo de nuestro día?
Así, como pasa de forma similar a cuando nos enamoramos. Ésta es la reflexión tan interesante que nos propone María Acaso en su blog personal.
La clave del proceso de aprendizaje consiste en estar enamorado de aquello que se aprende; consiste en despertar esa curiosidad por saber cómo y por qué funcionan las cosas, de que el alumno conecte con su aprendizaje y materias de estudio, que se un aprendizaje dinámico y sobre todo que conecte con los intereses del alumnado. ¿Cuántas veces hemos estudiado teorías sin comprender para qué servían? La memorística pura y dura nos sirve para aprobar el examen concreto, es un método para el corto plazo, pero ese sobreesfuerzo carente de sentido no nos sirve para el largo plazo pues ni aprendemos ni nos hace competentes. El aprendizaje conlleva esfuerzo, un esfuerzo positivo en el que los alumnos disfrutan si conseguimos que conecten con su objeto de estudio y/o aprendizaje.
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